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El Premio Nobel de Economía 2020 es para Paul R. Milgrom y Robert B. Wilson

Nacido en Detroit, Milgrom se licenció en Matemáticas en Michigan y se especializó en Estadística en la Universidad de Stanford, donde enseña desde 1987. Robert B. Wilson (Geneva, Nebraska), es profesor emérito de la misma institución, y tuvo a Milgrom entre sus alumnos. Sus trabajos no son un ente abstracto y teórico: han permitido a las arcas públicas recaudar sumas multimillonarias al ser capaces de diseñar nuevos formatos de subasta de bienes y servicios difíciles de vender al modo tradicional.

Wilson ha contribuido al diseño del mercado eléctrico de compra y venta de energía. Sus tarifas multidimensionales se utilizan en numerosos sistemas eléctricos en todo el mundo, y entre otras cosas han permitido financiar inversiones en nueva capacidad eléctrica y reducir los cortes de suministro a los consumidores. Además, demostró por qué los postores racionales tienden a colocar ofertas por debajo de su mejor estimación: están preocupados por la maldición del ganador, es decir, por pagar demasiado y perder.

Milgrom ha hecho lo propio en el ámbito de las telecomunicaciones, con la subasta de frecuencias del espectro radioeléctrico, e incluso creó una consultora para asesorar en ese área, pero también en el mercado de madera, diamantes, gas natural o software. En sus trabajos, analizó las estrategias de licitación, y probó que el vendedor obtendría mayores ingresos cuando las empresas que compiten entre sí conocen una estimación de las ofertas de las demás, es decir, recomendó el sistema de pujas abiertas en lugar del de sobres cerrados.

“Aparte de sus contribuciones científicas, parte del Nobel se debe a su impacto en la vida de los ciudadanos”, subraya Juan José Ganuza, catedrático del departamento de economía y empresa de la Universidad Pompeu Fabra, para quien la decisión está lejos de ser una sorpresa.

En un sistema donde buena parte de los ingresos obtenidos por gigantes como Google provienen de subastas digitales, y compañías como eBay han universalizado la subasta de objetos, se puede decir que ambos estudiosos fueron pioneros: sus modelos permitieron a los Gobiernos mejorar la competencia y sacar partido en los mercados eléctrico, de telecomunicaciones o de campos petrolíferos. “El principio fundamental de las subastas es que quien más puja es quien puede obtener más beneficio con la licencia, por lo que suele ir a las manos del que mejor puede explotar el negocio. Es una asignación eficiente mientras a la vez recaudas más para el sector público”, añade Ganuza.

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“La gente siempre ha vendido cosas al mejor postor o las ha comprado a quien hace la oferta más barata. Hoy en día cambian de manos bienes todos los días en las subastas por valor de sumas astronómicas de dinero. No solo objetos domésticos, arte y antigüedades, sino también activos financieros, energéticos y materias primas. Y las adquisiciones públicas también se pueden realizar como subastas”, ha subrayado el jurado refiriéndose al campo que ambos revolucionaron.

Ambos se repartirán un premio de 10 millones de coronas suecas, casi un millón de euros. Wilson no empleará su parte en subasta alguna. En conexión telefónica, dijo que nunca ha participado en una, y que dado que no puede viajar por la pandemia, se limitará a ahorrarlo para su esposa e hijos. El ganador del Nobel explicó que Internet ha cambiado profundamente un campo en el que lleva trabajando cuatro décadas. “Las empresas realizan subastas continuamente, como las de anuncios en Google, pero también subastas públicas y en los mercados financieros”, ha señalado.

Su elección consolida aún más el abrumador dominio de los economistas estadounidenses. 45 de los 86 galardonados han sido de dicha nacionalidad, un desequilibrio que la academia atribuye a que tras la Segunda Guerra Mundial EE UU ha realizado inversiones más potentes que Europa en el terreno académico.

No es el único desequilibrio. En 52 ediciones, se ha reconocido la labor de solo dos mujeres: la estadounidense Elinor Ostrom en 2009 por sus teorías sobre la gestión de la propiedad pública, y la francesa Esther Duflo el año pasado por su aproximación experimental al alivio de la pobreza global. Además de ser la segunda mujer, Duflo ha sido la más joven en obtenerlo, con 46 años. El estadounidense Leonid Hurwicz, ganador de 2007, fue el más anciano, con 90.

El Premio Nobel de Economía ha puesto el colofón a la edición de 2020 de los galardones. A diferencia de lo que sucede en categorías como Literatura, no es inusual que el premio sea compartido. Así ha sucedido en más de la mitad de ocasiones: 25 de los premios se concedieron a una única persona, 20 a dos, y siete de ellas a tres. Los elegidos este lunes recogen el testigo precisamente de un trío de economistas. La mencionada Duflo, Abhijit Banerjee (Bombay, 1961), y Michael Kremer (EE UU, 1964), que premió sus estudios sobre la economía del desarrollo y el combate contra la pobreza.

El reconocimiento supone superar una intrincada serie de filtros. El comité de la Academia, formado por más de una decena de profesores de Economía, Finanzas, Estadística o Sociología, pide su opinión a unos 3.000 expertos un año antes. Con los nombres que le llegan, a más tardar el 31 de enero, se elabora la primera lista con entre 250 y 300 nominados. Durante tres meses, entre marzo y mayo, consultan la opinión de otros especialistas. Y tras ese asesoramiento, el comité elabora un informe que remiten a la Academia Sueca de Ciencias Sociales con sus recomendaciones. Durante dos reuniones, los académicos discuten sobre los méritos de cada uno de ellos, hasta que finalmente a principios de octubre realizan una votación de la que han salido los dos vencedores anunciados hoy.

Vía: El País

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