Opinión

La batalla por la democracia en Puerto Príncipe

Por: Juan Carlos Espinal

La comunidad de estados que conforman los países de la ONU y OEA han dado la espalda a los problemas hemisféricos que representa la escalada de inestabilidad en Haiti.

Esta nación caribeña que hace frontera con República Dominicana mantiene uno de los niveles de desarrollo más bajo de la región.

Haiti, expoleado por las multinacionales, abandonado a su suerte tras un terremoto que destruyó totalmente las estructuras, gobernado con mano de hierro por los últimos remanentes de la dictadura de Baby Doc reciclados en los partidos políticos fabricados al vapor por la CIA de EU e intervenido militarmente por tropas de ocupación disfrazadas de fuerza humanitaria esta a punto de estallar.

Según reportes de prensa Haiti se encuentra sin gasolinas, las miserables condiciones de vida se han deteriorado y la oposicion política al gobierno unido al movimiento Lavalas que lidera Jean Bertrand Aristides y una coalición de movimientos sociales encabezada por activistas, intelectuales y maestros se encuentra al borde de un cambio de gobierno.

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El gobierno de los Estados Unidos y la UE mantienen un acoso constante a la situación social y política interna obstaculizando una solución local a los asuntos internos de la sociedad haitiana.

Los niveles de desigualdad, la falta de oportunidades, la erosión del eco sistema y del medio ambiente, la alta contaminación de sus ríos, los constantes brotes de epidemias tropicales, la escasez de agua potable , el contrabando y la potencial migración en masa hacia la República Dominicana y las costas de Miami anuncian el preludio de una crisis humanitaria, conflictos armados, violencia irregular y desestabilización en toda la región.

Los hechos en Haiti no son aislados. Responden básicamente al control de las instituciones nacionales, al despojo a ultranza de sus minas y recursos naturales, a la presencia del Grupo de Lima, a la falta de previsión de ONU y OEA y al constante acoso de la diplomacia estadounidense en Puerto Principe. Que Dios no coja confesados.

Juan Carlos Espinal

El autor es sociólogo y comunicador

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