Opinión

Relato de cambio podría quedarse solo en quimera

La recién instalada administración gubernamental del Partido Revolucionario Moderno (PRM), encabezada por Luis Abinader, ha iniciado la construcción de un relato que posibilite la justificación del prometido cambio reiterado durante la campaña electoral de las elecciones que lo llevaron por primera vez al poder.

Los estrategas son conscientes de que la crisis sanitaria generada por el coronavirus Covid-19 conduce a la casi segura imposibilidad del cumplimiento de muchas de las promesas electorales, lo que, a vez, amenazaría con sepultar cualquier aspiración del mandatario, más allá del fin de su mandato, el 16 de agosto del año 2024.

Ante la citada realidad, los nuevos inquilinos del Palacio Nacional buscan, mediante el descrédito, tender una encerrona a su principal adversario político para dentro de los próximos cuatro años, que es el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

Y es en ese contexto que hay que contextualizar parte de las denuncias de corrupción, de déficit institucional y otras acusaciones dirigidas contra el gobierno que dirigió, en los últimos dos cuatrienios, Danilo Medina.

Una crisis económica como la que vive la República Dominicana, que sobreviene de la sanitaria, tiene atada de manos y pies a las autoridades dominicanas, al igual que a la mayoría de los países a nivel global. Solía escuchar al extinto profesor Juan Bosch decir que de todas las actividades que realiza el ser humano, la más importante era la económica, porque de ella se derivaban las demás, incluyendo la política.

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Hoy en día, la gente está bien informada, no se deja engañar fácilmente. En el siglo XVI, Nicolás de Maquiavelo, junto a otros pensadores de la época, retomaron la idea y la elevaron al rango de norma general en la praxis política, creando una teoría del poder basada “en la verdad factual de las cosas”.

El autor de “El Príncipe” sostiene, en el capítulo XVIII, que “el príncipe debe seguir el ejemplo del zorro (…), saber disfrazarse bien y ser hábil en fingir y en disimular, mintiendo y rompiendo sus promesas cuando semejante observancia vaya en contra de sus intereses”.

Sin embargo, en el siglo XXI, las cosas han cambiado, sobre todo por el acceso masivo y gratuito a Internet, plataforma mediante la cual gran parte de la población puede producir contenidos y, de alguna manera, exhibir poder en cualquiera de sus expresiones globales.

Las dificultades para gobernar y cumplir promesas de campaña, la debilidad de las instituciones democráticas y el predominio de diversas formas de violencia y de negocios ilícitos en la mayoría de países, son condiciones que derivan en la polarización de las sociedades y en luchas mediáticas y de intereses.

En el siglo pasado, el poder radicaba en el Estado. Toda referencia de poder lo incluía, y por vía de consecuencia, a los gobiernos y a los gobernantes. Claro que la política constituye un factor de poder, pero lo es en un mundo desconcentrado

Sería un error de Abinader y los demás líderes del PRM, desconocer que en la actualidad el poder también está en las empresas que desarrollan el capital financiero, en los ciudadanos, en las libertades, en los derechos humanos y en la democracia social.
El verdadero poder hay que buscarlo en el mensaje y su vivencia.

Si esta administración no logra cohesionar una comunicación gubernamental profesional, de la cual, parece, adolece, que comunique mensajes potentes que le den vida al relato de cambio prometido, no estará en nada. Y ese relato solo se quedaría en quimera, una ilusión que generalmente se apaga con el paso del tiempo.

Por: Luis García

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