Opinión

Luis El Perturbador

Por: Luis Jiménez Burgos

«No hay viento favorable para el velero que no sabe hacia qué puerto se dirige».

El pueblo dominicano suele bautizar con algún sobrenombre o calificativo al presidente de turno al llegar a la mitad de su período de gobierno. Generalmente este mote va como sufijo al primer nombre y es un calificativo con el cual la genialidad de la inteligencia popular tiende a definir a los gobernantes en virtud de una actitud por inclinación del presidente, en unas ocasiones por la composición de su gabinete y en otras por las cualidades o defectos que adornen la gestión, visibles estos a través de sus ejecuciones y proyectos.

En nuestro análisis, intentaremos describir la referida actitud del pueblo dominicano de poner estos motes, evocaremos nosotros algunos períodos de gobiernos, citando los sobrenombres correspondientes puestos a varios de los presidentes y señalando algunos ejemplos que ilustran esta costumbre en nuestra historia republicana posterior a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, porque en la era del dictador los  calificativos se los ponía él mismo o sus séquitos en afán de adulación, a saber: “El Jefe»,  «El Generalísimo», «El Benefactor de la Patria», etc., y cuyo apodo de juventud fue «Chapitas», y posterior a su muerte, “El Chivo”. 

 En el caso del sobrenombre puesto al presidente Bosch por el pueblo dominicano, fue bastante apropiado, porque éste lo resumía en sus cualidades al ser Bosch un prolífico autor de obras literarias, ligadas a su vocación excesiva por educar al país, lo cual fue muy evidente, pues el político, escritor y humanista, que era Juan Bosch, tenía como eje transversal de su vida educar en todo lo que hacía. Fue el creador y arquitecto de dos de los tres partidos más influyentes en la sociedad dominicana en la segunda mitad del siglo XX, que mutaron en la simiente de las tres fuerzas políticas hoy determinantes en nuestra democracia; fue además Bosch, cientista, creador de la teoría más certera sobre la composición social de nuestra nación y el primer político en nuestro país que utilizó que utilizó los medios masivos de comunicación de su época para educar y orientar diariamente al pueblo dominicano sobre las causas de los problemas nacionales y globales, por lo cual la población le llamó “El profesor Bosch», mote que le sigue en la inmortalidad.

En lo que concierne al presidente Joaquín  Balaguer, quién tenía como apodo pueblerino de juventud «El Íto» sobrenombre que se presume  estaba ligado a sus dotes de tribuno y de orador al estilo Greco-Romano, aunque el pueblo dominicano nunca asumió este apodo, por lo que en sus diversos períodos de gobiernos tuvo distintos efímeros calificativos, siendo el más recurrente el vinculado a su marcada inclinación por la construcción de obras viales, presas y apartamentos en su vocación keynesiana de activar la economía usando esa vía, actitud que sus adversarios políticos y detractores llamaron «La política de varilla y cemento de Balaguer», política esta que llegó a lo sublime de su confirmación con la construcción de un faro, hecho en honor al Almirante de la Mar Oceánica, Cristóbal Colón (Faro A Colón), obra a través de la cuál quiso inmortalizarse él, razón por la que el país le atribuyó el mote de “Balaguer el Constructor”.

- Publicidad -

Posterior al presidente Balaguer, en los gobiernos del Partido Revolucionario Dominicano, podríamos diferenciar dos enfoques, por un lado el del presidente Salvador Jorge Blanco, que se le vió siempre como el presidente demócrata y civilista, y por otro lado los presidentes Antonio Guzmán e Hipólito Mejía, el primero de éstos dos asentó el país de la represión y persecución militar Balaguerista que le antecedió, sin embargo  el pueblo sólo percibió en él al presidente agricultor por su oficio de ser empresario agrícola, al cual la gente le decía “Guzmán el Campesino»; en el caso del presidente Mejía, cuya fuerte personalidad le imprimía a su ejercicio de gobierno, además de su calor humano, su  fiereza, bravuconadas y determinación de pelearse con todo el mundo, incluida la prensa, asumiendo hasta los pleitos de sus funcionarios, lo que hizo que la población le rebautizara con el mote, que era conocido en su juventud cuando vivía en  la provincia de Santiago, en el municipio de Gurabo, «El Guapo de Gurabo».

 

Antes de continuar mi análisis quiero poner una nota al margen, para referirme al Lic. Jacobo Majluta y al Dr. José Francisco Peña Gómez y digo que, marginalmente porque el primero fue presidente sólo por 45 días, en sustitución del presidente Guzmán, que se suicidó en la transición. A Jacobo Majluta, el pueblo le puso el mote de “Gatobo” en alusión felina de su inclinación a supuestos actos de corrupción. En cuanto al Dr. Peña Gómez en quien reconocemos quizás ser el mayor líder de masas con trascendencia internacional de su época, pero que no llegó a la presidencia y se fue a la posteridad sin ningún mote, yo pienso que tal vez esto se debió a que su presentador oficial el poeta Tony Raful en su devoción por éste, le ponía tantos títulos y calificativos que la población no pudo elegir ninguno, citamos al poeta «ahora se dirigirá al país: La voz nacionalista y revolucionaria, de nuestro Secretario General y Líder- Compañero Doctor – José Francisco Peña Gómez». 

En referencia al  presidente Leonel Fernández, quien gobernó en varios períodos y que al asumir el poder, en los primero dos años de su primer mandato en el 1996, mostró clara inclinación por aperturar el país a la comunidad internacional e imprimirle a la nación modernidad y reformas institucionales que impactaron la burocracia pública y la economía con un plan agresivo de infraestructuras que no existían, como los túneles, elevados, metros, herramientas tecnológicas y de vanguardia; así como también, reglamentos, leyes y convenios internacionales que revitalizaron la fisionomía del Estado dominicano, incertándolo en el concierto de las naciones civilizadas y en los organismos multilaterales de tomas de decisiones  hemisféricas, por lo que la población lo identificó como “Leonel el Presidente-Moderno”.  

Al retornar al poder, en su segundo período de gobierno y sustituir a Hipólito Mejía encontró al país sumido en una crisis económica de grandes proporciones, correspondiéndole así estabilizar y retomar la ruta del crecimiento económico de la nación, por lo que fue nombrado con el mote de “El Presidente de la Estabilidad”. 

En el caso del presidente Danilo Medina, quien en sus primeros dos años gobernó con total hermetismo, con la estrategia de que hablaran por él las imágenes de sus “Visitas Sorpresas”, que fue el nombre que su gobierno le dió a sus recorridos por las comunidades rurales del país, ofertando obras, saltando charquitos y en en el cual se distanció totalmente de la prensa y de las apariciones públicas, manteniéndose en silencio durante todo ese tiempo, por lo que la población le puso el mote de «El mudo».  

Al igual que a Balaguer, la percepción que asumió la población para imputarle un calificativo al presidente Medina fue cambiando, motivada por la evolución de los acontecimientos políticos y de Estado que operaron en él, que sin duda alguna influyen en la escultura psíquica de un jefe de gobierno.

Sin menoscabo de la explicación anterior, ni de mi convicción coincidente con el polímata suizo Jean-Jacques Rousseau, de que «el hombre es bueno por naturaleza» y de que, además, me inscribo en el postulado del expresidente uruguayo Pepe Mujica, de que “el poder no cambia a las personas, sólo revela quiénes verdaderamente son”; vinculados a estos criterios al presidente Medina, entendemos que le imprimió al ejercicio de su segundo período de gobierno un  pragmatismo excesivo, con rasgos autoritarios que desconocíamos en este dirigente político, llegando al extremo de sumir al país en un estado de incertidumbre en su afán de forzar una reforma constitucional, para un tercer período de gobierno, con toda la nación en contra, por lo que aún teniendo su mandato un balance positivas, fue condenado por la percepción y calificado él, por la población con el mote de «Danilo el Autoritario”.

 

En cuanto al presidente actual, Luis Abinader, quién inspira este artículo, su sobrenombre se remonta a la época de sus primeras pretensiones de ser candidato a la presidencia, cuando adversaba en la contienda interna al expresidente Hipólito Mejía, a quien se le atribuyó denostarlo como competidor con el sobrenombre de «La Tayota», calificativo que supuestamente imputado por una persona con expertise  agrícola y por demás conocedor de las cualidades de este fruto, hacía del mote una ofensa para un político, por lo que la población no lo asumió

 

Ya como presidente, al arribar al segundo año y mitad de su gestión de gobierno, debemos analizar el calificativo que el dominicano le tiene al mandatario durante este tiempo transcurrido en el poder, en apreciación de los rasgos sobresalientes de su personalidad.  Podríamos señalar, que en lo personal, la población lo percibe como un político decente, pero que le gusta designar en los ministerios amigos ricos y empresarios como él, por lo que la nación a calificado la gestión presidencial de Abinader y a sus funcionarios con el sobrenombre de «Los Popis», calificativo usado por el pueblo para señalar o describir los hijos de los ricos y opulentos, en contraposición del asignado a la población en general a quienes denominan “Los Wawawa».  

Por demás, la nación observa a un presidente que gobierna sin planes concretos, sin definir un rumbo de hacía dónde quiere llevar al país, y cómo decía el filósofo romano Séneca:

«No hay viento favorable para el velero que no sabe hacia qué puerto se dirige».

Un presidente que a la mitad de su mandato, sólo a definido su vocación por la privatización vía la figura del fideicomiso, en beneficio de empresarios que quieren asumir los servicios del estado. Esta proclividad del mandatario no ha tenido límites, queriendo incluso privatizar instituciones que por su naturaleza han sido de administración exclusivas del Estado, como es el caso de las fuerzas policiales.

Con la evolución del ejercicio del poder al presidente le afloran sobrenombres coyunturales, por ejemplo: hace unos días las redes sociales fueron abarrotadas de los llamados memes, con una foto en la cual figuraba el presidente Abinader al lado del artista plástico Pablo Picazo, que arriba se titulaba «Los hermanos Picazo” y abajo decía “Luis  y Pablo» en alusión satírica a los picazos inaugurales y reiterativos que da el mandatario en todo el país de obras que nunca se hacen.

Debemos destacar que el rasgo más sobresaliente que la población observa en el perfil del presidente Luis  Abinader es su falta de pericia para enfrentar los problemas de la nación, ante los cuales reacciona improvisando acciones que agravan los problemas que intenta resolver, convirtiéndolas en crisis que perturban al país, por lo que luego tiene que echar para atrás las decisiones tomadas. Vamos a recordar algunos ejemplos importantes que ilustran este comportamiento:

1ro.) Los intentos del mandatario de involucrar  a la nación en la discusión de una reforma  constitucional innecesaria sin haber salido el país de la crisis pandémica;  2do.) El anuncio a la prensa de que va a aumentar los salarios públicos y luego resolutar una congelación de los sueldos;   3ro.) Establecer un aumento abusivo de la tarifa eléctrica y ante la reacción del país dejarlo sin efecto, para luego aplicarlo de forma encubierta y 4to.) Decretar la exoneración de impuestos a una taza cero de 62 productos de la canasta básica que se producen en el país, en vez de bajar los insumos de estos, actuando en perjuicio de los productores nacionales y perturbando su tranquilidad

 

Por honestidad, debo confesar que la ocurrencia de este análisis no es mía sino de doña Altagracia, una anciana del barrio que me dijo «Licenciado, este presidente me tiene al cojer el monte, haciendo una cosa hoy y otra mañana, el debería llamarse «Luis el Perturbador”. 

 

El autor es Jurista y experto en Relaciones Internaciones y Diplomacia.-

Etiquetas

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba
Cerrar
Cerrar