Opinión

Antología del transfuguismo

Por Francisco Crúz

De entrada, habría que admitir que el fenómeno no es nuevo, y que lo podríamos ubicar, históricamente, desde la fundación de la república -1844- y las fluctuaciones, alianzas o cambios de bando que se dio entre facciones y liderazgos liberales-conservadores que matizaron todo el proceso sociopolítico hasta la anexión a España (1861-1963); pero previo los vaivenes o trasiegos políticos-ideológicos de los liderazgos que se bifurcaron, prácticamente, en dos facciones: proindependentistas -mayoría Trinitarios, con Duarte a la cabeza- y proanexionistas -colonialismo español, francés, ingles o norteamericano-. Lógicamente, el fenómeno del transfuguismo, en este contexto histórico, estuvo alentado por varios factores fácticos-neurálgicos: la lucha por la consolidación de una conciencia nacional y la independencia -que logramos de Haití-, las invasiones haitianas, las gravitaciones del colonialismo -como remanente y herencia histórica-ideológica-cultural y las apetencias socioeconómicas de los actores-líderes políticos hegemónicos: hateros versus pequeña burguesía que luego, Guerra Restauradora (1863-65), asumió colores, ideologías y siglas. Por lo que, en esta fase, se podría hablar de transfuguismo romántico-ideológico en pro de una causa patriótica, equivocado o no, o transfuguismo-entreguismo y patriotismo coyuntural e interés económico-personal -Santana y Báez-.

Sin embargo, la anterior referencia histórica nos sirve poco para referirnos al fenómeno en su estado actual que, el diccionario de la lengua española, en algunas de sus acepciones define como: “Persona que cambia de ideología a otra” o “Militar que cambia de bando en tiempo de conflicto”. Como podemos observar, el diccionario de la RAE necesita una urgente actualización sobre el fenómeno, pues, hoy día el fenómeno esta mas referido a lo que la autora Ligia Blanco explica cuando señala que “desvela el escaso o nulo vínculo que existe entre los partidos y los ciudadanos electores; pero también refleja el limitado o nulo respeto de los partidos con la ciudadanía, ya no les importan las decisiones del electorado”. Mientras que, para Iván Morales Carrera “… mas que verlo como un tema moral…, aporta mucha más claridad enfocarse en el problema de transfuguismo como uno de costo-beneficio, es decir, el diputado [o parlamentario] avalúa cuáles serían los beneficios de cambiarse de partido”. Y en esa línea de enfoque se inclina más por lo prohibitivo del fenómeno -idea que le surge ante un proyecto de Ley-anti-transfuguismo- justamente porque “…bajo esta propuesta si un diputado decide cambiar de partido, perdería su capacidad de pertenecer a la Junta Directiva del Congreso o presidir alguna comisión…”; igual, agrega, “…la formación de bancas independiente, con lo cual se limitaría el incentivo… de salirse de un partido en masa…”.

No obstante, y dado que el fenómeno es moneda corriente en Latinoamérica, en el caso nuestro, ha ido de la cooptación política-ideológica (de beneficio colaterales, traición y puestos públicos) que inicio Balaguer-PRSC, siguió el PRD, continuó el PLD -casi todos en tiempos de la guerra fría, regímenes de fuerza, frágil democracia y zafras electorales-, hasta llegar a la degradación más perjudicial que lesiona la Constitución, las leyes y la representatividad democrática que los ciudadanos-electores decidieron en elección libérrima -julio-5, 2020- y cuyo líder-protagonista, de semejante degradación política y antidemocrática, lo encarna quien, hasta hace poco, se vendía como el “guardián de la Constitución” -con marchas, inventos-cuentos de fraudes, correrías callejeras y prédicas públicas de hojalata- y ha devenido en el mayor líder-tránsfuga en alianza con el partido de gobierno -¡Asignación de “segunda mayoría”, en desacato a la expresión libérrima-ciudadana en las urnas-.

Esa fullería, ni siquiera al extinto Joaquín Balaguer le habría pasado por su cabeza-ingenio. Lo de Leonel Fernández, en nuestra historia política -postdictadura trujillista-, no tiene parangón. Y, en algún momento, ¡habrá que legislar al respecto! ¡Porque eso hiede…, y mucho…!

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Francisco S. Cruz   
El autor es político y ensayista

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