Opinión

Son las mismas olas, solo que van y vienen; ¿se oye…?

Por: Francisco S. Crúz

Cuando tomó impulso social el movimiento, al principio cívico-ciudadano, Marcha Verde -que irrumpió en enero-2017-, escribí y comenté, entre amigos, que ese movimiento había logrado algo trascendente en término de conciencia colectiva ciudadana y reclamo social: por fin, nuestra sociedad había asociado pésimo servicio públicos (salud, educación y sistema de justicia e históricas falencias) con corrupción pública-privada e impunidad. Y sobre esa ola de protestas que recorrió el país pero que hizo su símbolo la Plaza de las Banderas, se cifraron muchas esperanzas de reivindicaciones sociales urbanas-rurales y culturales que, incluso, el movimiento sindical y popular de las décadas de 70s y 80s no habían logrado impulsar, en la conciencia colectiva, con tal estratificación social -pero tampoco, y hay que registrarlo, se había destapado un mega-escándalo de corrupción pública-privada internacional como Odebrecht-; hasta que, los partidos políticos, actores mediáticos -periodistas e intelectuales (mayoría periferia política-mediática y voz cantantes oposicionistas al PLD)- y empresarios corporativos asaltaron, política y electoralmente, ese movimiento y terminaron reorientando sus consignas y reivindicaciones en función de las elecciones municipales, congresuales y presidenciales de 2020. Tanto así, que, para mediado de 2019, ya Marcha Verde se había diluido en el proceso preelectoral y parte de sus armadores sociales, mediáticos, intelectuales y políticos pasaron a ser: unos candidatos a los poderes públicos; y otros, a pactar altos cargos en la nueva administración pública -eso, está a la vista de todos-. Y los que aún no, andan rumiando su “situado” en algún estribo gubernamental o, amenazando volver a las calles.

Con anterioridad, en el 2018 y 2019, el movimiento Marcha Verde se había convertido en una pasarela exhibicionista donde la oposición empezó a hacer su nicho electoral; e incluso, hasta algunos peledeístas disgustados-destituido -el más visible, Fernando Fernández, y viejas figuras del folclor político-sindical e “izquierda burra”- desfilaron y hasta el propio Leonel Fernández y el candidato del PRM -que ya tenía control político y mediático del movimiento- pretendieron llegar y exhibirse en la Plaza de la Banderas; y aunque recibieron un ¡no! estruendoso, sobre todo, Leonel, ya aquello era un mitin político-electoral cuyos hilos estaban en varias vocerías mediáticas-periodísticas e intelectual de la oposición -hoy en el servicio exterior y la administración pública- y empresarios agazapados.

Pero lo más curioso y hasta increíble fue que el gobierno y el partido de gobierno -frisado- no supo articular una contraofensiva mediática o de mediación-negociación efectiva ni al principio del movimiento, cuando era pura expresión social, ni mucho menos cuando se hizo político-electoral de la mano de la oposición. Tal encrucijada se agravó, para el partido de gobierno, con la oposición abierta y rabiosa de Leonel Fernández a su propio gobierno y partido sobre la base de defensa de la Constitución (¿?) y frenar escarceos reeleccionistas justamente cuando ya había perdido el liderazgo hegemónico de su otrora partido y se cerraba, a banda, a cualquier negociación interna (ahora, bajo el cuento-engaño -fantasioso- de “fraude electoral”, reviviendo, de paso, un fantasma ya superado, y terminando pactando con el PRM más allá de lo que se anunció a la opinión pública y a los propios corregionarios de la entelequia-electoral, llámese “Fuerza del Pueblo”). Finalmente, su oposición, en cierta forma, fue elemento gravitacional en la declinatoria reeleccionista; igual que la Marcha Verde, presiones foráneas, pero, sobre todo, la tozudez de Leonel Fernández, una vez declinado o vencido los escarceos reeleccionistas -como vimos en el 2012- al no plantearse, ni remotamente, una negociación interna sobre un tercero -lo que se interpretaba como “ni tú ni yo” o, dicho de otro modo, “ganar ganar”-.

Y es que, en pura lógica política y del poder, ¿en qué cabeza podía caber: hacer oposición a su propio partido-Gobierno, sumar a toda la oposición -tras una  fijación-obsesión (volver al poder) que la oposición supo aprovechar- y, al mismo tiempo, pretender ser candidato oficial del partido-Gobierno, suyo y que le había dado tres triunfos electorales, pero que enfrentó y desafió en las calles bajo una consigna callejón sin salida o de puentes rotos: !No hay marcha atrás!?

- Publicidad -

Pero volviendo al tema central, al actual Gobierno se le olvida que se montó en dos olas para llegar al poder: el movimiento Marcha Verde -ya partido político- y la oposición abierta que le hizo Leonel Fernández a su otrora partido y gobierno, pues hasta esos dos eventos el PRM era un partido sin ni siquiera presencia nacional -prácticamente, en construcción geográfica-; aunque si supo cooptar una oposición mediática e intelectual lo suficientemente ruidosa, estratégica, hábil y visceralmente anti-PLD que, finamente, terminó con el control mediático-electoral de la Marcha Verde.

Sin embargo, como ya escribimos, el movimiento Marcha Verde dejó un aprendizaje ciudadano y de clase media -que no tiene partido permanente-; pero además,  dos armas letales para cualquier gobierno en lo adelante: se hizo conciencia colectiva y se asumió que, pésimo servicios públicos, falta de transparencia, nepotismo y rendición de cuentas en los detentores de los poderes públicos es sinónimo de corrupción e impunidad, antes esos hechos y que las redes sociales ya no solo sirven para naderías, exhibicionismos, chismes de comadres, fusilamientos de reputaciones públicas, sino también, como cuando el PLD estaba en el poder, para presionar, denunciar y desnudar a los actores de los poderes públicos o que ya nada queda ocultó o no desvelado, incluso, esas armas -las redes sociales- son tan amorfas que en un tweet o audio-video, a cualquier legislador, funcionario, juez o presidente, le recuerda sus discursos o peroratas públicas, como le ha sucedido a una senadora -otrora nueva estrella del firmamento político-, ya en la oposición o en el gobierno. Y esa data u oposición ciega y peligrosa son las mismas olas que te llevan y te traen -de arriba hacia abajo, o viceversa- en una coyuntura dada.

Por eso, ya nadie está libre de pecado ni puede echar embustes sin ton ni son, o que, algún cibernauta no te lo recuerde, dándote de tu propia medicina. Es lo que pasa y seguirá pasando: que ya las redes sociales no solo son el periódico de más tiradas o lectoría ciudadana, sino también, el partido-ciudadano amorfo que llegó para quedarse y poner, al brinco, a políticos, partidos, “sociedad civil-ONGs”, figuras públicas, empresarios y gobiernos…. (de esos conjuros impredecibles, ¿quién sabe más -y padece- que la actual administración, o no?  

Francisco S. Cruz

El autor es político y ensayista

Etiquetas

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Botón volver arriba
Cerrar
Cerrar